miércoles, 6 de febrero de 2008

La Marcha

El joven George Willard se levantó a las cuatro de la madrugada. Era el mes de abril, y las hojas nuevas empezaban apenas a asomar en las yemas de los árboles. Los que hay en las calles de Winesburg son arces y sus semillas son aladas. Cuando sopla el viento, giran por los aires como un torbellino, llenan la atmósfera y caen al suelo formando una alfombra.
George bajó las escaleras del hotel y entró en el despacho, con una maleta de cuero color marrón. Tenía hecho ya el baúl. Estaba despierto desde las dos de la madrugada pensando en el viaje que iba a emprender y preguntándose qué es lo que encontraría al término de la jornada. El muchacho que dormía en el despacho del hotel estaba acostado en un catre, junto a la puerta. Dormía con la boca abierta y roncaba con fuerza. George se deslizó junto al catre y salió a la desierta calle Mayor. El oriente se teñía de escarlata y en el firmamento, en el que todavía brillaban algunas estrellas, penetraban raudales de luz.

Winesburg, Ohio
Sherwood Anderson

1 comentario:

Higinio dijo...

Sherwood Anderson, hizo caso del consejo de escribir sobre lo que se conoce. En este caso, sobre sus vecinos y amigos. Anderson, " afirma que los hombres viven en una terrible soledad y sólo un renacer de los valores morales puede salvarlos".
No hay relato de Anderson en el que los personajes no sean descritos física o espiritualmente.
Winesburg, Ohio, es uno de mis libros preferidos.