Camino de la casa donde nos alojábamos, pensé en lo tónico y vivificante de los viajes. En cuanto uno se alejaba de sus lugares de costumbre, las neuronas que supuestamente gobiernan la vida intelectual despertaban y se ponían a trabajar. Ya no había rutina, ya no era posible responder con lo de siempre a los estímulos de siempre; los estímulos -el paisaje, la gente- eran ahora otros, y las respuestas de repertorio no valían. De donde se deducía que para seguir vivo, para seguir despierto, era necesario moverse. Ya en la cama, con el libro de Stephen Spender entre las manos -Un mundo dentro del mundo-, encontré un lema que él atribuye a Malraux y que resumía lo que yo sentía en esos momentos: il faut agir. Sí, había que moverse, había que actuar. Era bueno andar de un lado para otro.
Horas extras
Bernardo Atxaga
5 comentarios:
Oui, il faut agir! Buena máxima la de Malraux, pasada a Spender, y que me llega a través de Atxaga, vía Higinio. Los caminos del señor son inextricables!
Siempre es mejor actuar, aunque te equivoques.
Es un consejo a seguir: il faut agir. Hay que actuar. Siempre en movimiento. Como nos dice Goethe en su poema Zahme Xenien, en versión de Juan Ramón Jiménez:
como el astro,
sin aceleración
y sin descanso...
Un fuerte abrazo, amiga Mariàngela
Goethe lo sacó de los clásicos, claro: "festina lente". Abrazo veraniego, amigo Higinio!
Tienes muchísima razón.Si tomamos una decisión errónea, aprendemos para la próxima vez, y nos queda el consuelo de haberla tomado, de haber decidido, de haber obrado.
Un fuerte abrazo, amiga Blanca
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