sábado, 6 de junio de 2009

Bélver Yin

George Chinnery. Cantón
Aparte de algunos vestidos (y del embrión que ya tenía dentro), llevó consigo sus tres libros predilectos: una antigua colección de poesía china, el libro de Lao Tse, y un manual de cortesía atribuido a Siang Fiheng y que llevaba por título De la cortesía y dulces formas de los príncipes y otros súbditos del reino, o el libro de las diez mil claves y los diez mil gestos. Bélver Yin cargó con el equipaje, a ella le bastaba cargar con sus recuerdos.
Sólo la mañana en que dejó Cantón supo qué había sido para ella esa ciudad y sólo entonces la vio con nitidez. Desde el barco la miraba con la misma intensidad con que miramos, por última vez, un rostro amado; y cuando ya la lejanía le impidió percibirla, y el agua y las montañas velaron para siempre la ciudad, acudieron a su memoria algunas imágenes que eran como las figuras de un calidoscopio en las que quedaba resumida Cantón: recordó la Ribera de las Perlas y los cañaverales bordeando el río. Recordó también las cascadas del Tinglú, el agua láctea derramándose entre las peñas como en una pintura Tang, las colinas de las Siete Estrellas, en Tchaoking, la Pagoda de las Flores... Apenas habían pasado seis horas desde que dejaran Cantón y ya les parecía una ciudad del pasado, de un pasado tan remoto y enigmático como su misma infancia, perdida para siempre entre los patios de una casa a orillas del Yangtsé.

Bélver Yin
Jesús Ferrero

1 comentario:

Ar Lor dijo...

Ferrero ¿será recordado por una única obra?
""Si un día un autor me dijera: "Aspiro a conquistar un lenguaje escrupulosamente antiliterario, y, al mismo tiempo, profundamente estético", yo le diría: "Creo que estoy contigo, aunque no sé si te entiendo."" (Jesús Ferrero)