jueves, 16 de julio de 2009

Para nacer he nacido

Sara Facio. Pablo Neruda, en su casa de Isla Negra.
Estaba, pues, en el corazón de la chinería. Las ciudades de oriente, desde Calcuta a Singapur, desde Penang a Batavia, eran vagos y oficiales establecimientos europeos de los colonizadores, circundados por inmensas barriadas chinas, bancarias, artesanales, multitudinarias.
Es un principio sagrado para mí, en cada nueva ciudad que piso, entregarme a las calles, a los mercados, a los vericuetos soleados o sombríos, al esplendor de la vida. Pero aquella vez, demasiado fatigado, me tendí bajo la gasa del mosquitero protector y me quedé dormido.

En aquella cama china yo dormí infinitamente, perdido en los sueños, asomándome por sus ventanas a los ríos del sur, a la lluvia de Boroa, a mis escasas obsesiones. De pronto me despertó un cañonazo. Un olor a pólvora se coló por el mosquitero. Sonó otro cañonazo, y otro más, diez mil detonaciones. Cornetas, campanillas, bocinas, campanadas, charangas, aullidos. Una revolución? El fin del mundo?
Era algo mucho más simple: era el Año Nuevo chino.

Para nacer he nacido
Pablo Neruda

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