martes, 15 de septiembre de 2009

Las ciudades invisibles

Anige de Nepal. Kublai Kan (El Gran Kan).
El Gran Kan posee un atlas cuyos dibujos figuran el orbe terráqueo todo entero y continente por continente, los confines de los reinos más lejanos, las rutas de los navíos, los contornos de las costas, los mapas de las metrópolis más ilustres y de los puertos más opulentos. Hojea los mapas bajo los ojos de Marco Polo para poner a prueba su saber. El viajero reconoce Constantinopla en la ciudad que corona desde tres orillas un largo estrecho, un golfo delgado y un mar cerrado; recuerda que Jerusalén sobre dos colinas está asentada, de impar altura, y frente a frente; no vacila en señalar Samarcanda y sus jardines.
Para otras ciudades recurre a descripciones transmitidas de boca en boca, o se lanza a adivinar basándose en escasos indicios: así Granada, irisada perla de los Califas, Lübeck atildado puerto boreal, Tombuctú negro de ébano y blanco de marfil, París donde millones de hombres vuelven a casa todos los días empuñando una barra de pan. En miniaturas coloreadas el atlas representa lugares habitados de forma insólita: un oasis escondido en un pliegue del desierto del cual asoman sólo las cimas de las palmeras es de seguro Nefta; un castillo entre las arenas movedizas y las vacas que pacen en prados salados por la marea no puede dejar de recordar el Monte Saint Michel; y no puede ser sino Urbino un palacio que más que surgir entre las murallas de una ciudad contiene una ciudad entre sus murallas.

Las ciudades invisibles
Italo Calvino

1 comentario:

Ar Lor dijo...

¡Creo que viene una gota fría! Comprueba las ventanas, Higinio.