martes, 15 de diciembre de 2009

El amante

Ottomar Antón. Extremo Oriente.

En el curso de un viaje, durante la travesía de ese océano, avanzada la noche, alguien moría. Ella ya no sabe exactamente si fue en el curso de ese viaje o de otro viaje cuando sucedió. Había gente jugando a cartas en el bar de Primera, entre esos jugadores había un hombre joven y, en un momento dado, ese hombre joven, sin una palabra, dejó sus cartas, salió del bar, atravesó corriendo el puente y se arrojó al mar. El tiempo de detener el barco que iba a toda velocidad y el cuerpo ya se había perdido.
No, al escribirlo, no ve el barco sino otro lugar, donde ha oído contar la historia. Fue en Sadec. El hijo del administrador de Sadec. Lo conocía. También iba al instituto de Saigón. Lo recuerda, muy alto, el rostro muy dulce, moreno, las gafas de concha. En el camarote no encontraron nada, ninguna carta. La edad permaneció en la memoria, terrorífica, la misma, diecisiete años. Al alba, el barco reemprendió la marcha. Lo más terrible fue eso. La salida del sol, el mar vacío, y la decisión de abandonar la búsqueda. La separación.

Traducción de Ana Mª Moix

El amante
Marguerite Duras

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