lunes, 18 de enero de 2010

La caída de Jonathan Edax


Permanecí en pie ante la librería más grande de mi biblioteca; a eso lo llamo "estar ante el panel de control". Me siento como un capitán en el puente de mando, o como Shandy Macpherson ante su Wurlitzer. Casi espero que todo se derrumbe después de mi virtuosa actuación.
Por la tarde cogí las llaves de las vitrinas e inspeccioné la porcelana de Sèvres verde y amarilla, la de Vincennes, la de Chelsea y una parte de la de Meissen, y volví al panel de control. Ese Yeats, ese Eliot y ese manuscrito de Auden juntos pesaban unos pocos gramos y ocupaban el mismo espacio que una mala novela, y sin embargo valían varios cientos de libras y representaban para mí la meta de años de búsqueda y paciente esfuerzo.

El legado Edax. Una reflexión ante el panel de control: varios de mis libros -varios de los más valiosos- llevan los ex libris de otra gente, los escudos de armas de algunas familias, los sellos de la biblioteca de ciertas mansiones rurales (las personas que poseen bibliotecas en sus mansiones rurales se cuentan entre los mayores bobos de la historia). ¿Debo dejar los ex libris? ¿O despegarlos con vapor? ¿O dejar que se ocupen de este tema los albaceas testamentarios?

La caída de Jonathan Edax
Cyril Connolly

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