jueves, 29 de abril de 2010

Un canario para regalar

Imagen: fuente propia
El tren pasó a gran velocidad junto a una larga casa de piedra rojiza que tenía un jardín y cuatro gruesas palmeras con mesas a la sombra. Al otro lado estaba el mar. Luego cruzó una hendidura en una montaña de piedra rojiza y arcilla, y el mar sólo se veía esporádicamente y de lejos.

"Un canario para regalar"
Ernest Hemingway

4 comentarios:

Gavilán dijo...

Interminables estíos de nuestra juventud...

Ar Lor dijo...

¡Cómo me suenan esas vías! Las horas andadas por ellas y la oreja puesta en el raíl, como los indios, para saber si el tren se acerca.
(¿Todos estos recuerdos, se perderán cómo lágrimas en la lluvia?

Gavilán dijo...

Se perderán... alguna vez, querido replicante. Pero ése día está lejos, y quizá, quién puede saberlo (soy excéptico pero me gusta soñar) volvamos a vivir esos veranos y a recordarlos de nuevo. Pero, de ser a sí, no llegaríamos a saberlo. Dime, Ar Lor, ¿lo habremos vivido ya más veces? Alguien volvería a escribir por primera vez "coito de leones ametrallado en imágenes"... Fascinante.

Ar Lor dijo...

Es posible que vivamos tantas vidas como posibilidades distintas de vivirlas haya. Pero es dudoso que haya un cruce de caminos entre ellas.
Los "cruces de caminos" están en nosotros y los recuerdos y la imaginación son "nuestros universos".
Gavilán volveremos a vivir todas las cosas que merecieron la pena y nos hallaremos en todos los cruces de caminos.