domingo, 13 de junio de 2010

El el país de las nieves

Nicolás Roerich. Star hero.

Palacio del Engaño es como dicen laberinto los tibetanos. Un reino al que peregriné en el verano de 1996. Fue entonces cuando subí por primera vez al "pequeño" Tíbet. Y digo subir, más que por la altura, por las dificultades de todo tipo que ese viaje conlleva. No es fácil, por múltiples y variadas razones, llegar al "techo del mundo". Pero una vez allí, las experiencias que puedes vivir te recompensan sobradamente de las penalidades que ya has pasado, o que te están esperando. En mi caso, aún más; pues fueron tan intensas y profundas, que ya no pude sustraerme a esa especie de mágica atracción que a muchos hace volver una y otra vez al "país de las nieves". Incluso habiendo visto la muerte a dos pasos de ti.
El Tíbet es un lugar mágico, y lo digo y repito aunque pueda parecer un tópico. Pero esas mágicas vibraciones, ese magnetismo que te penetra y transforma, no se sienten en Lhasa, ni en los circuitos turísticos. Hay que viajar al Tíbet profundo, vivir en las grutas, subir a las montañas, pelear con el granizo y con el barro, o con el frío y el hambre. Per aspera ad astra, que además allí están más cerca. Para todos, o casi todos, el Tíbet es el yak. Para mí, el Tíbet es el cielo y sus estrellas.

En el país de las nieves
Iñaki Preciado Idoeta

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