domingo, 27 de junio de 2010

Honor y vulnerabilidad

Jean Léon Gérôme. Duelo tras el baile de máscaras.
Desde sus orígenes en la Italia renacentista, hasta su final en la I Guerra Mundial, la práctica de batirse en duelo se cobró la vida de cientos de miles de europeos. Durante el siglo XVII, sólo en España causó cinco mil muertos. A los visitantes del país se les decía que tuvieran un especial cuidado al dirigirse a los nacionales, para evitar mancillar su honor y terminar en la tumba. "En España hay duelos todos los días", declaraba un personaje de una obra de Calderón. En la Francia de 1608, lord Herbert de Cherbury informaba de que "apenas hay hombres considerados respetables que no hayan matado a otro en un duelo", mientras que en Inglaterra estaba muy extendida la opinión de que nadie podía ser un caballero si no "había tomado la espada".
Aunque, en ocasiones, los duelos se desencadenaban por cuestiones de cierta importancia objetiva, la mayoría tenía su origen en pequeños, incluso insignificantes, asuntos de honor. En 1678, en París, un hombre mató a otro que había dicho que su vivienda era de mal gusto. En 1702, en Florencia, un literato terminó con la vida de un primo que le había acusado de no comprender a Dante. En Francia, durante la regencia de Felipe de Orleans, dos oficiales de la guardia se batieron en el Quai des Tuileries por quedarse con un gato de angora.

El hecho de batirse en duelo simboliza una incapacidad radical para creer que nuestro estatus puede ser asunto nuestro, algo que decidimos y que no revisamos en función de los cambiantes juicios de nuestro público. Para el duelista, el único factor que determina su opinión sobre sí mismo es lo que otras personas piensan de él. No puede seguir considerándose aceptable cuando quienes le rodean lo encuentran malvado o deshonroso, o le consideran un cobarde o un fracasado, un estúpido o un afeminado. Tanto depende su propia imagen de las ideas ajenas, que el sujeto prefiere morir de un disparo o de un mandoble antes que permitir que la concurrencia albergue ideas desfavorables sobre su persona.

Ansiedad por el estatus
Alain de Botton

1 comentario:

Ar Lor dijo...

El estatus es un "motor" que nunca para, salvo cuando nos hallamos con animales de compañía o con amigos o la familia, por eso se está tan bien en "esos ambientes".
Un grupo de estatus como el de los escritores, ha de cumplir dos requisitos, para ser autoconsciente:
el "connubio" (casarse dentro del grupo) y el "comensalismo" (comer juntos y asociarse en pie de igualdad).
¿Será el divorcio un efecto colateral de perseguir un estatus?