jueves, 2 de diciembre de 2010

De la contrucción de la muralla china

Vita Di Milano. Ante la muralla.

Tuve la suerte de que a los veinte años, justamente al aprobar el examen final de la escuela primaria, comenzara la construcción de la muralla. Y digo suerte, porque muchos que antes habían alcanzado el grado máximo dentro de la preparación que les era accesible, no supieron durante años qué hacer con sus conocimientos, y con la cabeza llena de grandiosos proyectos vagaban inútiles y se malograban. Pero aquellos que finalmente llegaban a la obra como conductores, así fuera de último rango, eran verdaderamente dignos de su misión. Se trataba de albañiles que habían reflexionado mucho acerca de la obra, que nunca terminaban de meditar sobre ella y que, desde la primera piedra hundida en la tierra, se sentían consubtanciados con la empresa. A tales albañiles los impulsaba, paralelamente a la ambición de realizar un trabajo escrupuloso, la urgencia de ver levantarse la obra en toda su integridad. El jornalero no conoce esa impaciencia, lo mueve la paga.

Traducción de Alfredo Pippig.

La muralla china
Franz Kafka

3 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Cuando veo muros, murallas o fronteras me sobrecojo.

La patria se encuentra cercada por muros sutiles de granito. Fronteras de color incierto, que tienen la altura de las zarzas y las pitas.
Nunca la frontera añadió eficacia a la razón.

Salud

Francesc Cornadó

Francesc Cornadó dijo...

Mi bestia negra (muros, murallas y fronteras)

Por más muros o murallas históricas que se conserven, te puedo asegurar, que ninguna de estas construcciones anteriores a 1950 puede considerarse sólida desde el punto de vista empírico.

Las teorías de la mecánica del suelo conocidas hasta bien entrado el siglo XX no permitían una exactitud de cálculo para el dimensionado de los muros de contención. Se construía a tanteo, a ojo de buen cubero, dando más o menos grosor a la pared o a la muralla, haciendo más o menos profundos sus cimientos y procurando que el muro de marras, no contuviera más de lo que se había previsto. Para conseguirlo se debía expulsar aquellos cuerpos o materias que provocaran empujes indeseables. Por esta razón se practicaban en la superficie exterior del muro unos agujeritos triangulares, llamados mechinales, que servían de desagüe, para que saliera por ellos el agua acumulada en el intradós del muro. También salían ratas.

Aquellos muros construidos según las técnicas del ojo del buen cubero se podían partir, desplazar o volcar, es decir, perder la estabilidad en las formas más elementales.

Teniendo en cuenta, pues, los conocimientos teóricos de la mecánica del suelo y la resistencia de materiales y, conociendo las técnicas de construcción de los muros de contención, podemos asegurar que los muros levantados hasta la segunda Guerra Mundial se sustentan sobre incertidumbres matemáticas.

Esta incertidumbre hace que una idea maligna anide en nuestro magín. La azarosa estática del muro nos induce a pensar en causas inmateriales que probablemente también contribuyen a la estabilidad de la estructura.

Puede que en algún momento alguien utilizara esta contribución metafísica y con ella levantó muros sólidos para contener voluntades y anhelos y, para construirlos, además de grandes piedras tomadas con mortero bastardo, puso cantidades ingentes de miedo en sus cimientos.

Los muros cada vez más altos y gruesos cortaron la visión de otros paisajes. Taparon las vistas del horizonte con sillarejos de granito o piedras calcáreas. Construcciones bastante zafias, toscas, chapuceras y desmañadas edificadas con masonería de odio, barro y pasta de cal.

Confiaron la estática de los paños de muralla a algunas hiladas de piedra tallada colocadas entre la mampostería ordinaria y unido con argamasas de iniquidad mezclada con cementos puzolánicos o escorias de gredas volcánicas.

Las esquinas de la muralla las resolvieron con aristas de sillares tallados de granito salvaje y maldad.

Para expulsar los cuerpos indeseables, no practicaron mechinales en los paños del muro, no se podía poner en riesgo la inexpugnable muralla con agujeritos y desagües. Para eliminar los cuerpos no deseados utilizaron métodos innombrables que no tienen nada que ver con las técnicas de construcción.

Cumplida la función principal de contener la tierra, la propiedad o la patria, añadieron otros elementos para satisfacer vanidades, soberbias y otras funciones secundarias.

En la parte superior de la muralla construyeron almenas para esconderse tras de ellas y disparar al enemigo. En los paños de los muros, de forma estratégica, practicaron aspilleras por donde lanzar flechas contra aquel que se acercara. Encima de las puertas construyeron voladizos desde donde verter aceite hirviendo encima de quien osara penetrar o irrumpir a intramuros sin licencia.

Los constructores no tuvieron que hacer demasiados cálculos. Amontonaban más y más piedras y odios contra lo desconocido y hacían los cimientos más profundos hasta hincarlos en los estratos más duros del resentimiento.

Estas paredes que aprisionaban voluntades permanecen aún en pie, cortando la brisa que hace ondear los gallardetes y pendones colocados por los constructores de muros colocaron en lo alto de las almenas.

Salud

Francesc Cornadó

Higinio dijo...

¡Admirable comentario! Seguro que todos tenemos una "bestia negra" como la que presentas: "muros, murallas y fronteras".
Una "bestia negra" que está ahí, ignorada pero acechante.
Si la Muralla China se edificó para defenderse de las invasiones de los pueblos del Norte, en nuestros días se siguen construyendo muros y murallas con un fin parecido al del Imperio del Centro. En tantos siglos no ha cambiado nada.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó.