Aunque Bertha Young tenía treinta años, todavía experimentaba momentos como este en los que quería correr en vez de andar, subir y bajar la acera dando unos pasos de baile, hacer rodar un aro, lanzar algo al aire y cogerlo después, o estarse quieta y reirse de... nada, sencillamente nada.
Felicidad perfecta
Katherine Mansfield
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