martes, 1 de marzo de 2011

Profesión de fe

Eduardo Galeano, en Madrid. Fotografía de Samuel Sánchez. El País.

Sí, sí, por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo. Y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito.

La muerte

Ni diez personas iban a los últimos recitales del poeta español Blas de Otero. Pero cuando Blas de Otero murió, muchos miles de personas acudieron al homenaje fúnebre que se le hizo en una plaza de toros de Madrid. Él no se enteró.

El libro de los abrazos
Eduardo Galeano

2 comentarios:

Blanca Oraa Moyua dijo...

Estas son las cosas que me ponen enferma.

Higinio dijo...

Tienes muchísima razón, amiga Blanca. Lo que le sucedió a Blas de Otero sucede también en nuestros días. No ha cambiado mucho el mundo desde entonces.


Un fuerte abrazo, amiga Blanca Oraa Moyua.