viernes, 1 de abril de 2011

Como una novela

Bruno Dayan. Fashion.

Hasta una determinada edad, no tenemos edad para determinadas lecturas, de acuerdo. Pero contrariamente a las buenas botellas, los buenos libros no envejecen. Nos aguardan en nuestros estantes y somos nosotros quienes envejecemos. Cuando nos creemos suficientemente "maduros" para leerlos, los abordamos de nuevo. Entonces, una de dos: o se produce el encuentro, o es un nuevo fiasco. Es posible que lo intentemos una vez más, quizá no. Pero está claro que no es culpa de Thomas Mann que yo no haya podido, hasta ahora, alcanzar la cumbre de su Montaña mágica.
La gran novela que se nos resiste no es necesariamente más difícil que otra..., existe entre ella -por grande que sea- y nosotros -por aptos para "entenderla" que nos estimemos- una reacción química que no funciona. Un buen día simpatizamos con la obra de Borges que hasta entonces nos mantenía a distancia, pero permanecemos toda nuestra vida extraños a la de Musil...
Entonces tenemos dos opciones: o pensar que es culpa nuestra, que nos falta una casilla, que albergamos una parte irreductible de estupidez, o hurgar del lado de la noción muy controvertida de gusto e intentar establecer el mapa de los nuestros.
Es prudente recomendar a nuestros hijos esta segunda solución.
Y más aún cuando puede ofrecer un placer excepcional: releer entendiendo al fin por qué no nos gusta. Y otro placer excepcional: escuchar sin emoción al pedante de turno berrearnos al oído:
-Pero ¿cóoooomo es posible que no le guste Stendhaaaaal?
Es posible.

Traducción de Joaquín Jordá

Como una novela
Daniel Pennac

1 comentario:

Francesc Cornadó dijo...

Naturalmente que es posible y por ello tampoco vamos a flagelarnos y si empezamos la novela y no nos gusta, pues la dejamos y a otra cosa mariposa. Cierto, sin embargo, que hay monumentos que requieren un esfuerzo y lo merecen. Aquí se trata de distinguir.
Salud
Francesc Cornadó