Convertir en excepcional lo cotidiano y en cotidiano lo excepcional, éste es el reto del escritor. A ningún lector le gusta que lo cotidiano sea prosaico y lo extraordinario excepcional, porque lo primero aburre y lo segundo suena a "fantasmada". "Lo importante es que quien las experimentó (las historias que cuenta) consiguiera fijarlas, transformando en infinito su fugaz y confuso acontecer, dando rostro y figura a lo impalpable mediante el recurso de la palabra".
El cuento de nunca acabar
Carmen Martín Gaite
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