martes, 19 de abril de 2011

En el camino

Jack Spencer. Carretera a Livinsgtone, Montana.

-Maldita sea, chico, a esa velocidad vas a estrellarte. ¿No puedes conducir un poco más despacio?
-Claro, que me trague la tierra, ¿de verdad iba a ciento cincuenta? -dijo Eddie-. No me daba cuenta. La carretera es tan buena.
-Tómate las cosas con más calma y llegaremos a Grand Island enteros.
-Así será -Y reanudamos el viaje. Eddie se había tranquilizado y probablemente iba medio dormido. De ese modo recorrimos ciento cincuenta kilómetros de Nebraska, siguiendo el sinuoso Platte con sus verdes praderas.
-Durante la depresión -me dijo el vaquero-, solía subirme a trenes de carga por lo menos una vez al mes. En aquellos días veías a cientos de hombres viajando en plataformas o furgones, y no sólo eran vagabundos, había hombres de todas clases que no tenían trabajo y que iban de un lado para otro y algunos se movían sólo por moverse. Y era igual en todo el Oeste. En aquella época los guardafrenos nunca se molestaban. No sé lo que pasa hoy día. Nebraska no sirve para nada. A mediados de los años treinta este lugar sólo era una enorme nube de polvo hasta donde alcanzaba la vista. No se podía respirar. El suelo era negro. Yo andaba por aquí aquellos días. Por mí pueden devolver Nebraska a los indios si quieren. Odio este maldito lugar más que ningún otro sitio del mundo. Ahora vivo en Montana, en Missoula concretamente. Ven por allí alguna vez y verás lo que es la tierra de Dios. -Por la tarde, cuando se cansó de hablar me dormí. Era un buen conversador.

Traducción de Martín Lendínez

En el camino
Jack Kerouac

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