martes, 12 de julio de 2011

Fruitlands

Fruitlands en 1915. Foto: Wikimedia Commons.

En el Massachusetts de 1844, un grupo de artistas utópicos y bohemios fundó una comuna agraria llamada Fruitlands, declarando que, para ellos, ni el dinero ni el trabajo eran un fin en sí mismos. Sólo querían cultivar lo suficiente para alimentar su cuerpo y así concentrar sus energías en la poesía, la pintura, la naturaleza y el amor romántico. El fundador de la comunidad, Bronson Alcott, anunció que la misión de los nuevos granjeros era "ser no hacer". Él y sus compañeros compartían un conjunto de ambiciosos ideales, característicos de comunidades bohemias anteriores y posteriores: no llevaban ropa de algodón (los esclavos recogían algodón), no comían animales ni productos lácteos, adoptando una dieta vegetariana; sólo comían productos de tallo alto y rechazaban las zanahorias y las patatas porque se hundían en el suelo, en vez de aspirar a llegar al cielo como las manzanas y las peras.
Como cabía esperar, la comunidad no duró mucho. Cuando terminó el primer verano, la aversión de los granjeros a las cuestiones prácticas no les condujo, como habían planeado, a la lectura de Homero y de Petrarca, sino a una urgente batalla por mantener unidos el cuerpo y el alma. Emerson, que había conocido a Alcott en Boston unos años antes del establecimiento de la granja, declaró al hablar de los miembros de Fruitlands que "toda su doctrina era espiritual, pero siempre terminaban preguntándote "¿Le importaría enviarnos un poco de dinero?". Seis meses después de que comenzara la andadura de Fruitlands, la comunidad se separó entre la acritud y la desesperación: era la frecuente historia del idealismo echado a perder por la inflexible negativa a participar siquiera en mínimas disciplinas burguesas.

Traducción de Jesús Cuéllar

Ansiedad por el estatus
Alain de Botton

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