martes, 26 de julio de 2011

Natan

Michael Parkes. Ex Libris.

Cuando la flauta, la guitarra y el piano de Natan callaron, se apoderó de su espíritu el interés por la filosofía de los pueblos antiguos. En largas tardes en la biblioteca Szecheny, hojeó viejas ediciones escolares de Epicuro, Platón, Aristóteles mientras afuera se debilitaba el sol de la tarde, llovía, nevaba y volvía a salir el sol, según el sucederse de las estaciones.
Natan fue alguna vez al extranjero: visitó Venecia y Praga con millones de otros hombres. Se perdía entre los monumentos y la multitud. Esas ciudades suscitaron en él nostalgia y maravilla. Soñó con vivir en ellas y trató de imaginar cómo habría sido su vida entre las lagunas, en medio de aquella gente hormigueante y ruidosa, entre los italianos que nada tenían de la ácida hostilidad de algunos húngaros hacia todo el mundo, ni del enloquecido miedo de los judíos hacia Dios, el destino del tiempo.. Luego volvía a la biblioteca Szecheny, a su casa desordenada, con penetrante olor a polvo y moho.
Y veía a su alrededor a personas que proyectaban los domingos y planeaban viajes, se construian casas en las orillas del río o del lago, compraban coches y ordenadores, en el sueño de un paraíso terrestre donde a cada uno le basta decidir.

Traducción de Juana Bignozzi

Historias del Octavo Distrito
Giorgio y Nicola Pressburger

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