Pero hay un pequeño número de ciudades a las que las extrañas o magníficas sonoridades de su nombre hacen entrar, de buenas a primeras, en la imaginación literaria. Tú, que palideces ante el nombre de Vancouver, es el primer verso y el título de un poema de Marcel Thiry, y ese apóstrofe se dirige a mí con muy imperiosa fuerza: yo, que palidezco aún ante los nombres de Tombuctú, Tule, Ulán Bator, Vladivostok, Maracaibo, Zanzíbar, y algunas otras de las que sin duda Valparaíso es el corifeo. Vayan a saber por qué, quisiéramos largarnos allí con una mujer.
Traducción de Manuel Serrat Crespo
Siete ciudades
Olivier Rolin
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