jueves, 20 de octubre de 2011

Casanova, veneciano


Nunca hay que perder de vista que Casanova es veneciano, que ha nacido y pasado su juventud en esa ciudad impenetrable, retorcida, dispuesta como un teatro, falsa como unas bambalinas, enrollada sobre sí misma alrededor de su gran canal; la ciudad de las puertas ocultas, puertas secretas, puertas que el agua baña, pasadizos llenos de rejas, impostas, días de sufrimiento, ventanas falsas, balcones, dobles salidas, escaleras que no conducen a nada, corredores, muebles, callejones sin salida; ciudad-dédalo, ciudad del gobierno secreto, de senadores desconocidos, de delaciones, de esbirros, de calabozos bajo el nivel del agua; ciudad de gritos ahogados, de risas que mueren, de cantos venidos de no se sabe de dónde, de una alcoba a la que no se sabe cómo entrar, de una terraza inaccesible; ciudad ahita, ciudad de casas mezcladas, de jardines cerrados, propicia a las intrigas, a las celestinas, a los billetes deslizados en la mano; ciudad donde se vive enmascarado la mitad del año, donde los balcones están al nivel de las góndolas; ciudad donde uno se pierde, se recobra, donde se sale de los palacios por una callejuela, de las iglesia por un corredor; ciudad oblicua, de puertas falsas, complicada, enredada, sin árboles, sin aire, sin carruajes. Ciudad sin huellas. ¿Qué huellas pueden quedar sobre el agua negra de los canales?

Traducción de Enrique Molina

Casanova
Felicien Marceau

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

El personaje de Casanova continúa seduciendo, su mente racional y su vitalidad nos llegan y nos sorprenden. Escribí un cuento "Dos huéspedes en París" sobre la estancia de Hegel y Casanova en la capital francesa, probablemente no coincidieron peró me permití confabular. Permíteme ahora dejar aquí un diálogo fragmento:


- Madamme, usted conoce de qué forma tuve que escapar de la cárcel de Venecia, y sabe, también, que mi fuga fue un acto de inteligencia -Giacomo aprovechaba cualquier acción autobiográfica para seducir.
- Estimado Giacomo, usted es un hombre de acción que no tolera les injusticias. Todos estamos convencidos que en Venecia se cometió una injusticia con usted.
- La causa de mi encierro en la prisión de los Plomos fue únicamente la envidia que unos mediocres albergaban contra mí y que no es otra cosa que su ineptitud y su temor por adentrarse en el mundo de la razón.
- Y naturalmente usted planeó la fuga y, en una acción que le honra, pudo escapar de los fríos muros y de las envidias de la ciudad húmeda.
- Me fugué por la cubierta de mi estimada ciudad -Giacomo acarició la mano fría y de blancura infinita, de la cortesana.
- ¡Ah Giacomo! Es usted tan atento. -suspiró la rica hetera oprimiendo la mano de Giacomo contra su seno- Usted es un poeta.
- Fue un acto de inteligencia, madamme, fue pura racionalidad.
- Después de cenar le esperaré en mi alcoba, podrá explicarme sus razones.
- Mirad estimada Odette -dijo Giacomo- yo entiendo la belleza como una síntesis de virtud y placer. Éste nos ha sido concedido para que podamos conocer la verdadera naturaleza humana. Y la virtud, madamme, la virtud, para conocer la profundidad del alma.


Salud

Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Exquisito el fragmento de tu cuento "Dos huéspedes en París". Rubrico lo que escribes en tu relato sobre la belleza, para mí también se compone de virtud y placer.

Como sé que te tomas una 'parada no programada' en tu blog, hasta pronto.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó