domingo, 16 de octubre de 2011

Novecientas noventa y ocho veces

Thomas Bernhard. Foto: Suhrkamp Verlah KG.

No hace mucho se ha sabido que un estudiante de bachillerato se derrumbó en el llamado puente de Florisdsdorf, después de haber atravesado unas mil veces, de un lado a otro, ese puente de Florisdsdorf. Declaró que, en el camino del instituto, fue acometido por un repentino y, como al parecer lo llamó, inhumano miedo al instituto, que no lo dejó ya salir del puente en el que había entrado y lo hizo recorrer ese puente de un lado a otro unas mil veces. Para distraerse de su miedo, se puso a contar los pasos que daba en sus idas y venidas por el puente de Florisdsdorf, pero finalmente renunció a esa distracción, porque era superior a sus fuerzas. Sin embargo, por lo menos pudo contar y anotar mentalmente cuántas veces había recorrido el puente de Florisdsdorf en un sentido y cuántas en el otro. Exactamente novecientas noventa y ocho. Sus padres recogieron al agotado muchacho de dieciseis años, al que unos agentes habían llevado a un puesto de policía de la llamada Punta de Florisdsdorf. Lo que será de él no se sabe.

Traducción de Miguel Sáenz

El imitador de voces
Thomas Bernhard

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Quedó claro que esto de echar cuentas puede llevar a la desesperación, a veces los cálculos desconciertan y nos llevamos alguna sorpresa.
Salud
Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Confiemos en que nunca vivamos ese "inhumano miedo" que atenazó al muchacho del puente de Florisdorf.
Suficientes sobresaltos nos da todos los días el periódico.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó