sábado, 31 de diciembre de 2011

Viaje a Lhasa

Angus McBride. Alexandra David-Néel en el Tibet.

Lo mismo que cuando partimos del Yunnan, los "dioses" facilitaron nuestra huida nocturna "durmiendo a los hombres y haciendo callar a los perros", nuestra entrada en Lhasa encierra algo de prodigio.
A nuestra llegada, la atmósfera hasta entonces en calma, se altera de repente. En unos segundos se forma una tempestad imponente, que levanta hasta el cielo nubes de arena. He visto el simún en el Sáhara y este terrible aguacero seco me da la impresión de haber vuelto al gran desierto. Nos cruzan sombras borrosas, gentes encorvadas cubriéndose el rostro con las largas mangas de sus trajes. ¿Quién podría vernos llegar? ¿Quién podría reconocernos?
Una gigantesca cortina amarilla, de arena en suspensión, cubre el Potala, cegando a sus habitantes, ocultándoles Lhasa y los caminos que conducen hasta allí. Lo interpreto como un símbolo que me promete una seguridad completa y el futuro se encargará de justificar mi interpretación. Durante dos meses circularé por la Roma tibetana, recorreré los templos y me pasearé por las más altas terrazas del Potala sin que nadie sospeche que, por primera vez desde que la tierra existe, una mujer extranjera ha contemplado la ciudad prohibida.

Traducción de Milagro Revest Mira

Viaje a Lhasa
Alexandra David-Néel

2 comentarios:

Beatrice dijo...

Feliz 2012 a los amigos de Itaca.
Les desea una fiel lectora de este blog.
Beatriz

Higinio dijo...

Amiga Beatriz, los contribuyentes y amigos de Ítaca te deseamos igualmente un próspero y feliz 2012.

Un fuerte abrazo, amiga Beatriz.