miércoles, 21 de marzo de 2012

Cabos Eternity y Trinity

Walt Whitman. Días ejemplares de América.

¡Pero los grandes, altivos y silenciosos cabos! Dudo que haya algún otro lugar en la tierra que los supere. Mientras escribo, los contemplo de frente. Son muy sencillos, no asombran -por lo menos a mí-, pero ya no se borran jamás de la memoria. Están situados muy cerca uno del otro, cada montaña reflejándose en el Saguenay. Sus formas son tan diferentes como lo son un hombre y una mujer. El cabo Eternity, desnudo, elevándose escarpadamente sobre el agua, áspero y sombrío (y sin embargo, de una belleza increíble) a cerca de dos mil pies de altura. La roca Trinity, aun cuando un poco más alta, también se levanta coronada por una verde cabellera cortada al ras. Encuentro compensado mi esfuerzo de un viaje de mil millas ante el espectáculo del sin rival dúo. Nada de lo que he visto me ha impresionado tan profundamente como estos cabos. Si Asia o Europa los tuvieran, seguramente oiríamos hablar de ellos en toda clase de poemas, por lo menos una docena de veces al año en nuestros periódicos y revistas.

Traducción de Francisco J. Herranz

Días ejemplares de América
Walt Whitman

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