miércoles, 28 de marzo de 2012

Como una novela

Jorge Santos. Ratón de biblioteca.

Sí, pero ¿a qué parte de mi distribución del tiempo quitar esa hora de lectura diaria? ¿A los amigos? ¿A la tele? ¿A los desplazamientos? ¿A las veladas familiares? ¿A los deberes?
¿De dónde sacar tiempo para leer?
Grave problema.
Que no lo es.
Desde el momento en que se plantea el problema del tiempo para leer, es que no se tienen ganas. Pues, visto con detenimiento, nadie tiene jamás tiempo para leer. Ni los pequeños ni los mayores. La vida es un obstáculo permanente para la lectura.
-¿Leer? Ya me gustaría, pero el curro, los niños, la casa, no tengo tiempo...
-¡Cómo le envidio que tenga tiempo para leer!
¿Y por qué ella, que trabaja, hace la compra, educa a los niños, conduce su coche, ama a tres hombres, visita al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer, y ese casto rentista soltero no?
El tiempo para leer siempre es tiempo robado. (Al igual que el tiempo para escribir, por otra parte, o el tiempo para amar).
¿Robado a qué?
Digamos que al deber de vivir.

Traducción de Joaquín Jordá

Como una novela
Daniel Pennac

4 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Tomo la idea del artículo anterior y solo dejaré de leer para ir tras la hermosura que pasa. No hay que dejarla escapar, ocurre, sin embargo que la belleza transcurre por la lectura.

Salud
Francesc Cornadó

Aurantia dijo...

¿Y si probáramos a olvidar el tiempo? Pero no, porque somos palabra y tiempo y después memoria. ¿Falta algo a la definición? creo que no, porque el pensamiento ya es la palabra... Sí, quizás falte emoción o sentimientos ¿? En todo caso, siempre podemos no ser conscientes (incluso voluntariamente, con la meditación) y olvidarnos de la palabra y de todo lo demás.
Un saludo cordial

Higinio dijo...

Yo también dejo de leer cuando la ocasión lo manda. Charlar y pasear son como la lectura dos ricas actividades lúdicas y lúcidas.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Estamos hechos, como bien dices, de palabra, tiempo y memoria. En nuestra juventud el tiempo es amigo, pasada la juventud, enemigo. Confiemos que la palabra y la memoria nos sean siempre propicias.

Un fuerte abrazo, amiga Aurantia