Escribir es un acto solitario, un ejercicio en el que uno pone en juego lo más escondido de sí mismo, lo mejor y lo peor que tiene, lo más heroico y también a veces, dolorosamente, lo más vergonzoso. Pero ese acto solitario, ese placer o ese dolor que tiene lugar en una habitación cerrada en la que nadie puede acompañarnos se convierte luego, misteriosamente en el vínculo más estrecho que nos alía a los desconocidos. Escribiendo uno encuentra a sus semejantes, que pueden vivir al mismo tiempo que él y también no haber nacido, que pueden estar en la misma ciudad y también en un país a donde uno no irá nunca. Escribir, lo digo parafraseando a Eliot, es hablar en público con palabras privadas. A Jorge Guillén le gustaba contar el modo en que Luis Aragón empezó una conferencia en una sala donde estaba su amante, Elsa Triolet. Dijo Aragón: "Señoras, señores, amor mío...".
La realidad de la ficción (1993)
Antonio Muñoz Molina
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