martes, 17 de abril de 2012

La persecución del maestro

Ana Arango. Tibetano.

Entonces el discípulo atravesó el país en busca del maestro predestinado. Sabía su nombre: Tilopa; sabía que era imprescindible. Lo perseguía de ciudad en ciudad, siempre con atraso.
Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.
Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: Yo era Tilopa.
En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.
Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece.

Tomado del libro Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares.

Místicos y Magos del Tibet
Alexandra David-Néel

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Tilopa es una sombra que solo se hace evidente cuando hay una luz intensa que ilumina la consciencia.
Salud
Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Muy bien dicho lo que es Tilopa. Y confiemos que esa 'iluminación' sea siempre benéfica, provechosa, útil.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó.