sábado, 2 de junio de 2012

El secreto del Bosque Viejo

Ivan Shishkin. Árboles caídos.

Así fue como Sebastián Procolo se perdió en el bosque. En sus tiempos de la Academia militar le enseñaron seguramente que en medio de una selva se puede uno orientar fijándose en los líquenes que se desarrollan siempre al lado norte de los troncos de los árboles: no hay manual por sencillo que sea, que no trate de esta cuestión. Pero, evidentemente, el coronel lo había olvidado.
Al principio no se preocupó, porque aún había luz. Mas poco a poco fue cayendo la tarde y las sombras se iban haciendo más densas. El sol descendía detrás de las nubes; los pájaros se fueron a dormir y las tinieblas lo envolvieron todo.
El coronel se sentó en el suelo apoyando los pies en el tronco de un pino. A su alrededor estaba la selva, el antiquísimo "Bosque Viejo" cargado de vida misteriosa.
Como Sebastián Procolo no llevaba cerillas, ni siquiera pudo ver la hora en su reloj de oro. Carraspeó dos o tres veces, no para darse ánimos, sino para desahogar su garganta que le oprimía. Aquel olor intenso a savia, aquellos densos vapores de descomposición vegetal, le producían, en efecto, una pequeña angustia.
Tampoco llegaba hasta él el son de la campana de la iglesia de Fondo que anunciaba las horas, ni la voz de Bienvenido, ni el estruendo de los automóviles, ni ningún otro sonido.
Esperando al nuevo día el coronel se sentó y por primera vez en su existencia acertó a distinguir los rumores del bosque.
Aquella noche sonaron quince. Procolo los fue contando de uno en uno.
1. Sordos bramidos intensos que parecían salir de la tierra, como si se avecinase un terremoto.
2. Crujir de hojas.
3. Chasquido de ramas tronchadas por el viento.
4. Roce de hojas secas en el suelo.
5. Ruido de ramas secas, y de hojas y piñas al chocar con el suelo.
6. Murmullo lejano del agua al deslizarse en los arroyuelos.
7. Aleteo de un pajarraco que a cada momento intentaba volar (tal vez un gallo salvaje).
8. Pisadas de animales (ardillas, o lobos, o zorros, o liebres) que atravesaban la selva.
9. Susurros de insectos entre las hojas.
10. Arrastre de un reptil, probablemente.
11. De tiempo en tiempo, el zumbido de un abejorro.
12. El graznido de una lechuza.
13. El dulce canto de un grillo.
14. Gritos y quejidos distantes de algún animal desconocido atacado por lobos o grajos.
15. Ladridos absolutamente misteriosos.
Aparte de esto también hubo aquella noche ratos de grave silencio; el religioso silencio de los bosques primitivos, no comparable a ningún otro silencio en el mundo, y que muy pocos hombres han oído.

Traducción de Antonio Espina

El secreto del Bosque Viejo
Dino Buzzati

2 comentarios:

Aurantia dijo...

A propósito de ese religioso y mágico silencio... En este tema se refiere al silencio del sueño reparador.

http://www.youtube.com/watch?v=D7o7BrlbaDs

Higinio dijo...

Grandioso el coro virtual de Eric Whitacre con exquisitas voces que parecen provenientes del paraíso.

Un fuerte abrazo, amiga Aurantia.