domingo, 4 de noviembre de 2012

Cuadernos de un escritor

William Somerset Maugham, en Cabo Cod, Massachusetts, fotografiado por Alfred Eisenstaedt.

Un yogui quería atravesar un río, y no tenía el penique para pagar la balsa y cruzó el río caminando sobre las aguas. Otro yogui, a quien le contaron el caso, dijo que el milagro no valía más que el penique de la balsa.

Nadie puede vivir algún tiempo en América sin darse cuenta de cuánto prevalece allí el vicio de  la envidia. Tiene infortunadas consecuencias porque lleva a la gente a despreciar cosas que son buenas de por sí. ¡Cuán extraño resulta que se considere un síntoma de afectación, incluso de degeneración, ser bien educado e ir bien vestido, hablar correctamente el inglés y vivir con cierta elegancia! El hombre que se ha educado en Harvard o en Yale tiene que andar con cautela si quiere evitarse el antagonismo de los que no han podido gozar de las mismas ventajas. Es a menudo lamentable ver a un hombre de cultura emplear con ansia modales groseros y usar un estilo de lenguaje que le es ajeno, con la vana esperanza de no pasar por presuntuoso. Nada de esto tendría importancia si los envidiosos quisieran elevarse al nivel de aquéllos a quienes envidian, pero no es así; quieren arrastrarlos con ellos a su nivel. Su ideal del "tipo común" es un hombre con el pecho velludo que come en mangas de camisa y eructa.

¿De qué sirve el saber si no nos lleva a realizar buenas acciones? Pero, ¿qué son buenas acciones?

Traducción de Manuel Bosch

Cuadernos de un escritor (1892-1944)
William Somerset Maugham

2 comentarios:

Maria dijo...

Hay que adaptarse un poquito a los ambientes, creo yo, o buscar un intermedio entre ambos porque no todos gozan de los medios para llegar a la universidad.
Ni zafio ni pasarse de "culto".
Saludos.

Higinio dijo...

Pienso lo mismo, el término medio es el adecuado. Ese "deseo de algo que no se posee", es decir, la envidia, es tan antigua como la humanidad. Vicio que tiene mil rostros.

Un fuerte abrazo, amiga Ohma.