miércoles, 12 de diciembre de 2012

Entre reyes muertos y dioses olvidados

Persépolis. Foto tomada de Wikimedia Commons.

Por Persépolis puede uno pasear hasta hartarse. Está desierta y silenciosa. No hay guías, ni vigilantes, ni mercaderes, ni encargados de atraer la clientela. Jafar se ha quedado abajo, estoy solo en medio del gran cementerio de piedras. Piedras que forman pilares, portales y columnas con bajorrelieves esculpidos. Ninguna piedra del lugar tiene su forma natural, ninguna es como aparece en la tierra llana o en las montañas. Todas están cuidadosamente cortadas, pulidas y ajustadas. ¡Cuánta fatiga, cuánto trabajo meticuloso, agotador e ímprobo metieron en ellas durante años miles y miles de hombres! ¿Cuántos cayeron fulminados mientras cargaban esas rocas gigantescas? ¿Cuántos murieron de extenuación y de sed?
Cada vez que contempla uno ciudades, templos, palacios ya muertos, se pregunta por la suerte que corrieron sus constructores. Por su dolor, sus columnas vertebrales rotas, por los ojos que saltaron de sus cuencas al recibir el impacto de una esquirla, por su reumatismo. Por su vida desgraciada. Su sufrimiento. Y entonces surge la siguiente pregunta: ¿podrían existir tamañas maravillas sin ese sufrimiento? ¿Sin el látigo del vigilante? ¿Sin ese miedo que anida en el esclavo? ¿Sin esa soberbia que anida en el soberano? En una palabra, ¿no habrá sido el gran arte del pasado obra de lo que el hombre tiene de malo y negativo? Y al mismo tiempo, ¿no lo habrá creado su convicción de que lo negativo y lo débil que lleva dentro puede ser vencido sólo por lo bello, sólo por el esfuerzo y la voluntad de crearlo? ¿Y de que lo único que no cambia nunca es la forma de la belleza? ¿Y de la necesidad de ella que vive en nosotros?

Traducción del polaco de Agata Orzeszek

Viajes con Heródoto
Ryszard Kapuscinski

2 comentarios:

Beatrice dijo...

¡Extraordinario! Leí este libro hace un tiempo.
La reflexión final es maravillosa...y verdadera, creo yo.
Gracias amigos de Itaca.
Beatriz

Higinio dijo...

Yo también pienso que la reflexión final es verdadera, como bien dices. Catedrales, templos y pirámides levantados con la fuerza de la fe y del trabajo obligado o pagado de los obreros, fuerza vertebral de la historia.
El libro de Kapuscinski está lleno de reflexiones parecidas.

Un fuerte abrazo, amiga Beatriz.