Georg Christoph Lichtenberg. Ilustración de Protón. Ucting. (Galería de científicos).
1002
Una hermosa tarde de primavera de 1792, estando yo en la ventana que da a mi jardín, situado a unos dos mil pies de distancia de la ciudad, me entró curiosidad de oír lo que desde la famosa Gotinga pudiera llegar a mis oídos, y esto fue:
1) el rumor del agua en el gran molino,
2) el ruido de unos cuantos carros o carruajes que pasaban,
3) un griterío muy vivo y persistente de niños que, probablemente, estaban cazando abejorros en el bastión,
4) ladridos de perros a diferentes distancias y en una amplia gama de registros sonoros y afectivos,
5) tres o cuatro ruiseñores en los jardines aledaños o en la ciudad,
6) innumerables ranas,
7) un retintín de bolos que entrechocaban y
8) una especie de corno mal soplado que era lo más desagradable de todo
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Carlos V llevó a tal extremo su respeto por los arados que se descubría la cabeza siempre que veía alguno. Pienso que el patíbulo y la prensa de imprimir tampoco serían indignos de semejante honor.
Traducción de Juan del Solar
Aforismos
Georg Christoph Lichtenberg
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