Antonio Beato. Templo de Karnak, Tebas, Egipto, 1860.
Los viajes de Heródoto no habrían sido posibles si no hubiese sido por la figura del proxenos,
es decir, del amigo del huésped, una institución al uso en aquellos
tiempos. Era una especie de cónsul. Por voluntad propia o por encargo
remunerado, su misión consistía en ocuparse de los viajeros llegados de
aquella polis de la que él
mismo era originario. Perfectamente integrado y relacionado en su nuevo
lugar de residencia, se ocupaba de su conciudadano recién llegado,
ayudándole a resolver un sinfín de asuntos, proporcionándole fuentes de
información y facilitándole los contactos. Era muy singular el papel del
proxenos en aquel
extraordinario mundo en que los dioses no sólo moraban entre los
mortales, sino que a menudo no se distinguían de ellos. La hospitalidad
sincera era de obligado cumplimiento, pues nunca se sabía si el
caminante que pedía yantar y techo era un hombre o un dios que había
adoptado la apariencia humana.
Traducción del polaco de Agata Orzeszek
Viajes con Heródoto
Ryszard kapuscinski
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