jueves, 9 de abril de 2015

La tumba inquieta

Cyril Connolly, retratado por Richard Avedon.

A medida que envejecemos descubrimos que lo que en su momento nos parecieron aficiones absorbentes e intereses que habíamos adoptado para luego abandonar, eran en realidad apetitos o pasiones que nos habían inundado para luego seguir su camino, hasta que por último comprendemos que la vida no tiene más continuidad que una grieta en las rocas a la que la marea llena de espuma y de restos y luego vacía. Al final no queda nada, salvo el sedimento que este flujo deja; un ámbar gris, valioso sólo para quien sepa sacarle partido.

Traducción de Miguel Aguilar

La tumba inquieta (1944-1945)
Cyril Connolly

2 comentarios:

Ariadna de Asterión dijo...

Me agrada compartir citas con otros lectores, se ve que hay escritores que nos llegan o ciertos pensamientos que comprendemos en determinadas etapas de la vida. El libro El sepulcro sin sosiego (ésta es la traducción del que yo tengo que ignoro si es mejor o peor que la edición que traes a colación) me enajenó durante un tiempo.

http://ellaberintogrotesco.blogspot.com.es/search?q=Cyril+Connolly

Higinio dijo...

La obra que yo manejo de Cyril Connolly está publicada en Debolsillo con el título de Obra selecta. Y comprende los siguientes libros: Enemigos de la promesa (1938), La tumba inquieta (1945), Los diplomáticos desaparecidos (1952), y De varia re. Selección de textos. Traducidos por diferentes traductores.
Y tienes razón en "que hay escritores que nos llegan" y los hacemos nuestros y nos gusta descubrir que no somos los únicos.
Tienes un blog exquisito.

Un fuerte abrazo, amigo Ariadna de Asterión.