jueves, 18 de junio de 2015

Pequeño paseo

Jhon MacWhirter. Verano en el Tirol.

He caminado hoy por las montañas. Hacía un tiempo húmedo y toda la región estaba gris. Pero el camino era suave y, a trechos, muy limpio. Al principio llevaba mi abrigo puesto, pero pronto me lo quité, lo doblé y me lo colgué del brazo. Andar por aquel maravilloso camino me producía cada vez más placer; tan pronto echaba cuesta arriba como volvía a bajar bruscamente. Las montañas eran enormes y parecían girar sobre sí mismas. Todo aquel mundo montañoso se me antojaba un gigantesco teatro. El camino se iba amoldando espléndidamente a las laderas. De pronto bajé a un profundo desfiladero, a mis pies murmuraba un río, un tren pasó volando a mi lado, entre una magnífica nube de humo blanco. Como una corriente lisa y blanca avanzaba el camino por la garganta, y al caminar crecía en mí la impresión de que el angosto valle serpenteaba y se enroscaba en torno a sí mismo. Nubes grises se habían posado sobre las montañas, como si fuera aquel su lugar de reposo. Me crucé con un joven excursionista que llevaba una mochila a la espalda y me preguntó si había visto a otros dos muchachos. No, le dije. Que si venía de muy lejos. Sí, dije, y seguí mi camino. Al poco rato vi y oí pasar a los dos jóvenes excursionistas, que iban con música. Una aldea se veía particularmente hermosa con sus casitas bajas justo al pie de las blancas paredes de roca. Me crucé con unos cuantos carruajes, nada más, y en el camino comarcal vi algunos niños. No hace falta ver nada extraordinario. Ya es mucho lo que se ve.

Traducción de Juan José del Solar

Pequeño paseo
Robert Walser

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