jueves, 14 de enero de 2016

Lectores

Pablo Gallo. Lector en el parque, 1975.

Luis Viloalle se pasaba las tardes en la biblioteca pública, que aunque pequeña y desabastecida, era el único sitio de la ciudad donde podía conocer a otros lectores, a personas que también tenían libros en sus casas y que luego se los dejaban a Luis Viloalle y a quienes él también correspondía, atendiendo así entre todos su gran pasión por las novelas y los cuentos, los viajes y las guerras, las ironías y los amores; y muchas veces se decían entre ellos, cuando se juntaban a la salida de la bibliotca, que más hermoso que vivir la vida era leerla, y más económico, y más variado, y luego se iban a un café que estaba cerca, y era una liturgia hablar allí de autores nuevos, que unos y otros descubrían y que acostumbraban a ser extranjeros y misteriosos, de nombres casi impronunciables, como un tal Juntusranta, dramaturgo finlandés, o un narrador chino del Sinquiang llamado Lin-Urun-Qui, y sin olvidarnos del gran Basile Sarule, poeta sardo que vivía en una fonda de Oristano y que era dueño de una viña en las laderas del monte Ferru, donde solía leer -y era el único en la isla de Cerdeña que lo hacía- el teatro de Juntusranta y los cuentos fantásticos de Lin-Urun-Qui. 

Cuentos de amor y del Norte (2005)
César Gavela

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