miércoles, 20 de septiembre de 2017

Viaje al Oriente

Hermann Hesse. Viaje al Oriente.

Capítulo primero

Lo que más dificulta mi narración es sin duda la gran diversidad de recuerdos. Ya he dicho que a veces nuestro pequeño grupo marchaba solo, pero que otras formábamos una masa ingente al extremo de constituir en ocasiones un verdadero ejército. También he hecho constar que cubrí algunas jornadas en compañía de escasos camaradas, o solo por completo, sin tienda, sin jefe, sin Orador. Otra dificultad es, y grande, que no sólo cruzábamos espacios, sino también épocas. Marchábamos hacia Oriente, pero al mismo tiempo penetrábamos también en la Edad Media o en la Edad del Oro, cruzábamos Italia o Suiza, pero en ocasiones acampábamos en pleno siglo X, junto con los patriarcas o las hadas. En la época de mi peregrinaje solitario, hallé a menudo personas y países de mi vida pasada. Me paseaba con una antigua novia por las orillas del Rin superior, bebía vino con unos amigos de juventud en Tubingen, en Basilea o en Florencia, o era un escolar que hacía excursiones con los compañeros de clase para cazar mariposas o buscar lagartijas. Entre los compañeros de viaje recuerdo también a los personajes de mis libros favoritos: Almanzor y Parsifal montaban a caballo a mi lado, y también Witiko o Goldmundo, Sancho Panza y los Barkemidas, que me invitaron a marchar con ellos. Cuando tropezaba de nuevo con nuestro grupo, cuando volvía a escuchar las canciones de nuestro Círculo y acampaba ante la tienda de los jefes, entonces veía con diáfana claridad que mi retorno a la infancia o mi paseo con Sancho Panza pertenecían necesariamente a aquel viaje; ya que nuestro objetivo no tan sólo era Oriente, o, mejor dicho, nuestro Oriente no sólo era un país y un concepto geográfico, sino la patria y la juventud del alma, la inmensidad y la nada, el conjunto de todos los tiempos.

Traducción de Víctor Scholz

Viaje al Oriente (1932)
Hermann Hesse

No hay comentarios: