sábado, 23 de diciembre de 2017

Las muchedumbres

Charles Baudelaire. Pequeños poemas en prosa.

No todos pueden tomar un baño de multitud. Gozar de la muchedumbre es un arte, y aquélla sólo puede ofrecer, a expensas del género humano, una francachela de vitalidad, al que un hada le haya imbuído en la cuna la afición al disfraz y a la máscara, el odio al domicilio y la pasión del viaje. Multitud, soledad: términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. Quien no acierte a poblar su soledad no sabrá tampoco permanecer a solas en medio de afanada muchedumbre.
El poeta goza de este incomparable privilegio, y puede, a su manera, ser él mismo y otro. Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, el poeta se infiltra, cuando quiere, en esta o la otra persona.
Sólo para él está todo vacante. Y si algunos sitios le están, al parecer, vedados, es que, a sus ojos, no valen la pena de que los visite.
El solitario y meditabundo paseante experimenta una extraña embriaguez con esta universal comunión. El que fácilmente se desposa con la muchedumbre, conoce febriles placeres que le estarán eternamente prohibidos al egoísta, cerrado como un cofre, y al perezoso, oculto como un molusco. Adopta como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que las circunstancias le ofrecen.
Eso que los hombres llaman amar es cosa muy pequeña, restringida y endeble por demás, si se compara a esta inefable orgía, a esta sagrada prostitución del alma, que por completo se entrega —poesía y caridad— a lo imprevisto que surge, a lo desconocido que pasa.
Es bueno, algunas veces, enseñar a los dichosos de este mundo —siquiera sea para humillar un momento su necio orgullo— que existen placeres más amplios y refinados, placeres superiores a los suyos.
Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los padres misioneros desterrados en los confines del mundo, conocen, sin duda y en parte, estas misteriosas embriagueces, y en el seno de la amplia familia que se han forjado con su genio, deben reír, tal cual vez, de aquellos que les compadecen por la recia agitación de su destino y la excesiva castidad de su existencia,

Traducción de Compañía Ibero-Americana de Publicaciones

Pequeños poemas en prosa
Charles Baudelaire

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