Pedro Américo. David y Abisag, 1879.
El rey David era ya viejo y estaba lastimado por los años. Lo cubrían con mantas y no entraba en calor. Entonces dijeron sus siervos: «Traigan a mi señor el rey una muchacha virgen que lo atienda y lo abrigue y duerma a su lado y le dé calor». Tras buscar por todo Israel a la más hermosa, hallaron a Abisag, la Sunamita. Abisag fue llevada ante David. Y la joven era muy bella y le daba al rey el calor de su juventud. Pero David ya no fue capaz de entrar en su cuerpo.
Libro Primero de los Reyes 1, 1-4
Cómo es posible, mi niña,
que no te diga nada la palabra Goliat
y no sepas de mis hazañas.
El silencio de la luna
José Emilio Pacheco
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