lunes, 26 de marzo de 2018

Leo, luego escribo

Mónica Lavín. Leo, luego escribo.

¿Para qué sirve leer novelas y cuentos?

Una novela de ciencia ficción Farenheit 451, de Ray Bradbury, pinta una hipotética sociedad del futuro donde los libros están proscritos. Un régimen totalitario que en aras de la eficiencia controla los pensamientos y placeres de los ciudadanos. Poseer libros, esconderlos, es un delito. Un grupo de subversivos que vive en el bosque ha tenido que memorizar las grandes obras de la literatura para preservarlas. Así uno de los viejos es La guerra y la paz, otro Tom Sawyer, Ana Karenina. A su vez recitan las palabras de estos libros a los más jóvenes para que sean ellos los depositarios del legado tan finito como la vida y la memoria y su capacidad de transmitirlo. Los 451 grados Farenheit son la temperatura a la que arde el papel.
¿Entonces si los libros no sirven para nada, porqué han sido sentenciados y satanizados a lo largo de la historia? Los libros felizmente nos muestran un mundo más amplio; cargan ideas, vivencias, emociones, nos hacen pensar, sentir, disentir. La lectura como experiencia nos marca. En términos concretos —aunque no lo podamos sumar a nuestra ficha curricular— nos permiten expresarnos mejor, conocer las palabras adecuadas, construir ideas y comunicarlas. Pero sobre todo los libros nos permiten experimentar un mundo más amplio, infinitos puntos de vista, tiempos y espacios. La literatura explora la condición humana: es su materia. Leer es conocer, comprender y tolerar. Leer es codearse con la belleza.

Leo, luego escribo (2001)
Mónica Lavín

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