lunes, 30 de julio de 2018

Diario de la galera

Imre Kertész en Madrid, España. Foto Agencia EFE.

Tienen razón cuantos creen en su verdad; no la tiene aquel que no cree en nada.

¡Qué juego más maravilloso y placentero debe de ser empezar a escribir en una lengua extranjera! ¡Qué descubrimiento es cada palabra encontrada, qué excitante cada tópico, qué novedad toparse con la expresión más tillada! Por muy trillada que sea, estoy convencido de que la excitación del descubrimiento, la frescura, el júbilo, se trasmiten y proporcionan nuevo encanto y tensión a algo que sonaría sumamente banal en un escritor que escribiera en su lengua materna.

Despreciar, sí... Pero despreciar es difícil. Sólo el servidor, el criado, sabe despreciar realmente.

Escribir lo que queda por escribir... suena sencillo, pero no lo es en absoluto. A veces me espero a mí mismo como en una cita cuya hora ha pasado ya; es casi seguro que no acudiré; aun así, una esperanza indefinida se agita dentro de mí; a lo mejor...

Traducción de Adan Kovacsics

Diario de la galera
Imre Kertész

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