domingo, 28 de octubre de 2018

Delfos

Angélica Kauffmann. Una sibila.

Los hombres podían preguntar al dios cualquier cosa, desde las dudas más sencillas hasta los problemas más complicados: si debían arar el campo, si la cosecha sería satisfactoria, si debían realizar un viaje, si debían entrar en la guerra, pero también cómo debían solucionar las ciudades los problemas que las dividían, y otras muchas cosas.
Los oráculos en los años más antiguos se daban en verso, más tarde, sin embargo, desde el siglo III antes de Jesucristo, en prosa. Las contestaciones no eran siempre exactas, porque el dios de Delfos era «indirecto». Por esto, muchas veces los hombres se equivocaban e interpretaban mal el sentido de sus contestaciones. Muchas personan pasaron en el transcurso de los siglos por el templo de Delfos para oír el Oráculo del dios, personas de origen sencillo, reyes, políticos, y ciudades pequeñas y grandes.
El que el santuario haya conservado su fama hasta finales de la antigüedad, prueba la profunda devoción que había inspirado el Oráculo al mundo helénico, y todavía la creencia que se había divulgado con éxito entre los antiguos, según la cual, los mortales frecuentemente interpretaban mal el verdadero sentido del oráculo. «El soberano del Oráculo de Delfos ni dice ni oculta, sino sencillamente señala», escribió característicamente Heráclito. Sólo da señales; si los hombres se equivocan en la interpretación de la verdadera voluntad, la culpa no es suya.

Traducción de M. Castro

Delfos
Sonia di Neuhoff

No hay comentarios: