lunes, 14 de enero de 2019

De los remordimientos y de la conciencia

Teodoro Viero. Mandarín.

¡Formidable conciencia! ¿Pudieras no ser sino un fantasma abortado por la imaginación, o el mero temor de los castigos humanos? Yo me pregunto: Si te fuese posible, en virtud de un solo deseo, dar muerte a un hombre en la China y heredar su fortuna en Europa, con la convicción sobrenatural de que nunca se averiguaría la verdad, ¿transigirías con tal deseo? En vano me exagero mi indigencia; en vano pretendo atenuar este homicidio, suponiendo que, merced a mi deseo, el chino morirá repentinamente sin dolor alguno, que no tiene herederos, y hasta que a su muerte el Estado perderá sus bienes; en vano supongo a ese hombre abrumado de enfermedades y amarguras; en vano me digo que la muerte es un bien para él, que la llama, y que sólo le resta un momento de vida; a pesar de todos mis ingeniosos subterfugios, oigo en mi interior una voz que clama con tal fuerza contra la sola idea de semejante suposición, que no puedo dudar ni por un instante de la realidad de la conciencia.

Traducción: Editorial Ramón Sopena

El Genio del Cristianismo (1802)
François-René de Chateaubriand

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