miércoles, 27 de marzo de 2019

Camino de campo

Vincent van Gogh. camino de campo con árboles.

Todavía el roble sigue diciéndoselo al camino de campo que, seguro de su senda, pasa a su lado. El camino congrega todo lo que existe a su alrededor y a todo el que por él transita le aporta lo suyo. Los mismos campos y prados acompañan al camino en cada estación con una proximidad siempre diferente. Sea que los Alpes, por encima del bosque, se hundan en el atardecer, sea que la alondra levante el vuelo al amanecer estival allí donde el camino de campo salva la falda de una colina, sea que el viento del este llegue rugiendo desde las tierras en las que se encuentra el pueblo natal de la madre, sea que un leñador, al caer la noche, arrastre su haz de leña al hogar, sea que la segadora, contoneándose, regrese a casa por los surcos del camino de campo, sea que los niños junten las primeras flores de primavera en los márgenes del prado, sea que la niebla vaya avanzando durante días por los campos cubriéndolos con su sombra y lobreguez, siempre y por doquier envuelve al camino de campo el aliento de lo mismo:
Lo sencillo encierra el enigma de lo que permanece y es grande. Entra de improviso en el hombre y requiere una larga maduración. En lo imperceptible de lo que es siempre lo mismo oculta su bendición. La vastedad de todo lo que ha crecido y habita los alrededores del camino, dispensa mundo. Sólo en lo no dicho de su lenguaje Dios es Dios, según dice Meister Eckhart, el viejo maestro de lecturas y de la vida.

El aliento del camino de campo despierta un sentido que ama lo libre y que, en el lugar propicio, todavía consigue salvar la aflicción hacia una última serenidad. Se rebela contra la necedad del mero trabajar que, ejercido por sí solo, fomenta únicamente lo fútil.
En el aire del camino de campo, que cambia según las estaciones, madura la sabia serenidad con un mohín que, a menudo, parece melancólico. Este saber sereno es lo «Kuinzige». Quien no lo tiene no lo obtiene. Quienes lo tienen, lo obtuvieron del camino de campo. En su senda se encuentran la tormenta de invierno y el día de la siega, coinciden lo vivaz y excitante de la primavera, con lo quedo y feneciente del otoño, están frente a frente el juego de la juventud y la sabiduría de la vejez. Pero todo rebosa serenidad al unísono, cuyo eco el camino de campo lleva calladamente de aquí para allá. 
La sabia serenidad es una apertura a lo eterno. Su puerta se abre sobre los goznes antaño forjados con los enigmas de la vida por un herrero experto.

Kuinzige: Lo «kuinzige» expresa una inclinación hacia las personas y cosas del lugar y una auténtica preocupación por éstas; se afana en permanecer en lo impenetrable, sin ser consciente de ello, lo que puede ser fácilmente malentendido como segunda intención.

Traducción de Carlota Rubies

Camino de campo (1949)
Martin Heidegger

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