lunes, 22 de julio de 2019

El cónsul

Cónsul romano. Acuarela del siglo XIX. Escuela catalana.

Mi ciudad -fuera cual fuese- era civilizada y era noble. La gente libre y pacífica (aunque siempre existe la miseria) y el oro una metáfora, un cuerpo, un libro...
¿Por qué no vivo en mi ciudad y porqué perdí aquella casa -allí- espaciosa y tranquila? Vine a la frontera. O me enviaron, no lo recuerdo bien. Y ahora -han pasado bastantes, muchos años- no sé salir ni sé volver. Y aún peor, pues ignoro si mi ciudad (aquella armoniosa ciudad) existe todavía. Vivo aquí, en clima áspero y entre gente ruda. Entre zafios y patanes, muy presuntuosos a menudo. Adoro a ciertos hijos suyos, que a veces me lanzan verriondos aullidos... Ignorantes, toscos, poderosos, ricos, incultos hasta el yermo, groseros, mendaces, híspidos. ¿Qué hago yo entre ellos? No, éste no es mi mundo, ni éstos -patrioteros como son, de una u otra esquina- son mi gente. De los míos sólo de tanto en tanto recibo noticias, con retraso notable. He dicho que mi ciudad -probablemente- ha sido ya censurada y abolida. Por lo demás, no sé volver, y estos patanes usan una moral de viejas tontas... Sé que casi nunca me entienden. A veces, al despertarme -entrado el mediodía- desazonado casi siempre, digo: ¿dónde estoy? ¿Qué hago yo aquí? Y no sé, de veras, si pertenezco ya al pasado o al futuro.

La prosa del mundo (2009)
Luis Antonio de Villena

No hay comentarios: