martes, 10 de septiembre de 2019

Viaje al Oriente

George Owen Wynne Apperley. Recuerdo.

Capítulo primero

La historia de la Humanidad me parece a veces un enorme pliego de láminas que reflejasen la nostalgia más vigorosa y obcecada del hombre: la nostalgia del olvido. ¿No intenta borrar cada generación todo lo que a la anterior le parecía más importante, empleando para ello la coerción, el silencio y la burla? ¿No lo acabamos de vivir últimamente? Recordemos la forma en que una guerra terrible, cruel y larga ha sido olvidada, negada, reprimida y borrada por pueblos enteros, y como estos mismos pueblos, ahora que se han recuperado un poco, tratan de recordar de nuevo mediante excitantes novelas de guerra aquello que ellos mismos provocaron y sufrieron. Llegará también el día en que las hazañas y padecimientos de nuestro Círculo, hoy olvidados o bien ridiculizados por el mundo, sean descubiertos de nuevo. Mis anotaciones servirán para ello.
Una de las peculiaridades de nuestro peregrinaje a Oriente fue que, a pesar de perseguir con este viaje unos fines colectivos muy concretos y elevados (los mismos pertenecen a los secretos del Círculo y me es imposible revelarlos aquí), cada uno de los participantes podía tener al mismo tiempo sus propios objetivos. Es más, debía de tenerlos, ya que nadie podía participar en el viaje sin estos objetivos particulares. Cada uno de nosotros, mientras parecía perseguir un ideal y un objetivo comunes y combatir bajo una misma bandera, llevada en sí como fuerza intrínseca y como último consuelo, sus propios y necios sueños de la infancia. El objetivo particular que me impulsara a mí a emprender el viaje, y por el cual fui preguntado antes de mi admisión en el Círculo por la Gran Silla, era extremadamente sencillo, en tanto que otros miembros se habían propuesto alcanzar fines que, aunque yo respetaba, no acababa de comprender del todo. Uno de ellos, por ejemplo, era buscador de tesoros y en su mente no albergaba otro pensamiento que el de descubrir un gran tesoro al que llamaba «Tao»; a otro, se le había metido en la cabeza cazar una determinada serpiente, la cual, según decía, poseía poderes mágicos y a la que él llamaba «Kundalini», la finalidad que yo me había propuesto representaba el objetivo de toda mi vida; quería realizar el sueño de mis años de adolescencia: ver a la princesa Fatme y, si ello me era posible, conquistar su amor.

Traducción de Víctor Scholz

Viaje al Oriente (1932)
Hermann Hesse

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