domingo, 16 de febrero de 2020

La muralla china

Franz Kafka. La muralla china.

¡Renuncia!

Era muy temprano por la mañana, las calles estaban limpias y vacías, yo iba a la estación. Al verificar la hora de mi reloj con la del reloj de una torre, vi que era mucho más tarde de lo que creyera, tenía que darme mucha prisa; el susto que me produjo este descubrimiento me hizo perder la tranquilidad, no me orientaba todavía muy bien en aquella ciudad. Felizmente había un policía en las cercanías, fui hacia él y le pregunté, sin aliento, cuál era el camino. Sonrió y dijo:
—¿Por mí quieres conocer el camino?
—Sí —dije—, ya que no puedo hallarlo por mí mismo.
—Renuncia, renuncia —dijo—, y se volvió con gran ímpetu, como las gentes que quieren quedarse a solas con su risa.

La partida

Ordené sacar mi caballo del establo. El criado no me comprendió. Fui yo mismo al establo, ensillé el caballo y monté. A lo lejos oí el sonido de una trompeta, le pregunté lo que aquello significaba. Él no sabía nada, no había oído nada. En el portón me detuvo para preguntarme:
—¿Hacia dónde cabalga el señor?
—No lo sé —respondí—. Sólo quiero irme de aquí, solamente irme de aquí. Partir siempre, salir de aquí, sólo así puedo alcanzar mi meta.
—¿Conoces, pues, tu meta? —preguntó él.
—Sí —contesté yo—. Lo he dicho ya. Salir de aquí, ésa es mi meta.

Traducción de Alejandro Ruiz Guiñazú

La muralla china. Cuentos, relatos y otros escritos
Franz Kafka

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