lunes, 31 de agosto de 2020

Sobre el oficio de escritor

Raymond Chandler retratado por Scott Laumann.


18 de marzo de 1949
A Alex Barris

Siempre estoy leyendo artículos de otros escritores que cuentan que ellos nunca esperan la inspiración; se sientan ante su escritorio cada mañana a las ocho, tanto si llueve como si hace sol, aunque tengan resaca y un brazo roto, y ponen manos a la obra. Aunque tengan la mente en blanco o el ingenio embotado, a ellos que no les vengan con tonterías sobre la inspiración. les declaro mi admiración y procuro mantenerme alejado de sus libros.
Por mi parte, espero la inspiración, aunque no la llamo necesariamente por ese nombre. Creo que para que un texto tenga vida hay que escribirlo con el plexo solar. Se trata de un trabajo duro, en el sentido de que te puede dejar cansado, incluso agotado. No es un trabajo de esfuerzo consciente. Lo importante es que debe existir un espacio de tiempo, pongamos un mínimo de cuatro horas al día, en el que un escritor profesional no haga nada, aparte de escribir. No es preciso que escriba, y si no se siente inspirado más vale que no lo intente. Puede mirar por la ventana o hacer el pino o revolcarse por el suelo, pero no debe hacer ninguna otra cosa concreta: ni leer, ni escribir cartas, ni hojear revistas, ni firmar cheques. O escribe o no hace nada. Es lo mismo que mantener el orden en la escuela. Si consigues que los chavales se comporten, tendrán que aprender algo para matar el aburrimiento. He comprobado que funciona. Dos reglas muy sencillas: A, no es necesario que escribas. B, no puedes hacer nada más. El resto sale solo. 

Traducción de Juan Manuel Ibeas

Chandler por sí mismo
Raymond Chandler

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