martes, 22 de septiembre de 2020

Infancia

Sofía Gandarias. Retrato de Onetti. Serie Presencias.

Sí, fue una infancia feliz. Pero tal vez no exista ningún período de la vida tan profundamente personal, tan íntimo, tan mentiroso en el recuerdo como éste. Hay decenas de libros autobiográficos sobre el tema: la experiencia me ha enseñado a saltearlos. Ningún niño puede contarnos su paulatino y sorpresivo, desconcertante, maravilloso, repulsivo descubrimiento de su mundo particular. (Dispongo de más adjetivos, espero que no sean necesarios).
Y los adultos que lo han intentado —salvo cuando engañan con talento literario— padece siempre de un exceso de perspectiva. El niño inapresable se diluye; lo reconstruyen con piezas difuntas, inconvincentes y chirriantes. En primer plano, inevitable, está siempre el rostro ajetreado del mayor, hombre o mujer.
Decir la infancia implica sin remedio un fracaso equivalente a contar los sueños. Como decía un amigo, no habrá jamás comprensión verdadera entre Oriente y Occidente.
Yo fui un niño conversador, lector, y organizador de guerrillas a pedradas entre mi barrio y otros. La reiteración del «or, or» pertenece a usted y a Poe. Recuerdo que mis padres estaban enamorados. Él era un caballero esclavista y ella una dama del sur de Brasil.
Y lo demás es secreto. Se trata de un santuario (W.F.) sagrado (T.E.M.).

Miscelánea 
Juan Carlos Onetti

No hay comentarios: