Rabindranath Tagore. Fuente : Life
SHELIDAH
12 de Diciembre de 1895
12 de Diciembre de 1895
La otra tarde estuve leyendo un libro inglés de crítica, lleno de toda clase de discusiones sobre poesía, arte, belleza, etc. Según iba entrando en estas artificiales discusiones, mis facultades, cansadas, parecían vagabundear como por una región vacía.
La noche estaba bien entrada. Cerré el libro y lo dejé sobre la mesa. Después apagué la lámpara con la idea de irme a la cama. A través de las abiertas ventanas, la luna entró de pronto en la habitación. La pequeña luz de la lámpara me había estado iluminando débilmente como a un Mefistófeles; y esa tenue luz había desvanecido la infinita luz de la alegría procedente del amplio amor que es todo el mundo. ¿Qué es lo que había estado buscando en la vaciedad del libro, con aquella luz llenando los cielos, silenciosamente, esperando todo este tiempo?
Si me hubiese ido a la cama dejando las ventanas cerradas, y perdiéndome esta visión, habría permanecido allí, sin proferir protesta alguna contra la lámpara del interior. Aun si hubiera estado ciego toda mi vida, dejando a la lámpara triunfar hasta el final, hasta que me hubiese acostado por última vez, aun entonces la luna habría estado allí, sonriendo dulcemente, imperturbable, esperándome.
La noche estaba bien entrada. Cerré el libro y lo dejé sobre la mesa. Después apagué la lámpara con la idea de irme a la cama. A través de las abiertas ventanas, la luna entró de pronto en la habitación. La pequeña luz de la lámpara me había estado iluminando débilmente como a un Mefistófeles; y esa tenue luz había desvanecido la infinita luz de la alegría procedente del amplio amor que es todo el mundo. ¿Qué es lo que había estado buscando en la vaciedad del libro, con aquella luz llenando los cielos, silenciosamente, esperando todo este tiempo?
Si me hubiese ido a la cama dejando las ventanas cerradas, y perdiéndome esta visión, habría permanecido allí, sin proferir protesta alguna contra la lámpara del interior. Aun si hubiera estado ciego toda mi vida, dejando a la lámpara triunfar hasta el final, hasta que me hubiese acostado por última vez, aun entonces la luna habría estado allí, sonriendo dulcemente, imperturbable, esperándome.
Traducción de Zenobia Camprubí de Jiménez
Entrevisiones de Bengala
Rabindranath Tagore
Leyendo las interpretaciones sobre la belleza que otros han plasmado, se estaba perdiendo la auténtica belleza, tal vez buscaba descifrarla, a través de algo más cercano, hundido en las páginas de un libro. Buscaba en esas letras leer el significado de la belleza, sin darse cuenta de que la verdadera belleza, la que él buscaba, no tenía nada que ver con todos aquellos enfoques. Que la belleza en su estado mas puro es algo indescriptible, que es más un sentimiento, algo mucho más personal, íntimo, y romántico, que solo se adivina, como cuando contemplas la luna.
ResponderEliminarTu comentario, MªAngélica, ha enriquecido el texto ya de por sí hermoso de Tagore.
ResponderEliminarFirmo cada palabra que dices.
Un fuerte abrazo, MªAngélica de Diego Dawson.