Joseph Conrad. El negro del Narcissus.
Prefacio
En ocasiones, descansando a la sombra de un árbol en el borde de un camino, observamos la actividad de un campesino en un campo lejano y al cabo de un rato empezamos a preguntarnos lánguidamente qué es lo que hace. Contemplamos los movimientos de su cuerpo, los ademanes de sus brazos, lo vemos encorvarse, erguirse, vacilar, recomenzar. El encanto de un rato ocioso puede acrecentarse si se nos informa del propósito de sus esfuerzos. Si sabemos que aquel hombre trata de levantar una piedra, cavar una zanja, desarraigar un tocón, observamos con más interés real sus esfuerzos; nos sentimos dispuestos a consentir la alteración que con su agitación produce en la calma del paisaje; y aun, si nos embarga un sentimiento fraternal, podemos llegar a perdonarle su fracaso. Comprendimos su propósito, y, pensándolo bien, el hombre lo intentó y tal vez no tuvo fuerza suficiente, y quizá le faltó el conocimiento requerido. Perdonamos, seguimos nuestro camino... y olvidamos.
Traducción de Fernando Jadraque
El negro del Narcissus
Joseph Conrad
Cuando comprendemos, consentimos. Entender nos hace más tolerantes. Aunque olvidemos ciertos comportamientos, la experiencia de la tolerancia queda en nosotros.
ResponderEliminarSaludos
Tienes razón. Tolerancia y amabilidad deben guiar nuestra vida.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó