La humilde Mab
Veo una luna
Del planeta Urano, es
La humilde Mab.
Varado en Andrómeda
Iru Burni
Al verlas llegar, el hombre gordo gritó algo y se levantó de la silla para ofrecer su mercancía, unas bragas y un sujetador que cogió de entre el montón. Su camiseta de tirantes, antaño blanca, tenía sombras de sudor y ron-chones de suciedad.
—Tranquila, no aligeres el paso.
María desoyó el consejo de su amiga. La actitud del hombre, casi echándose encima, la había asustado y salió corriendo. Marta mantuvo el paso. El hombre era un anciano, apenas podía seguir el paso de Marta, pero lo-gró alcanzarla y caminar a su lado durante un trecho.
—Une bon affaire pour les dames —dijo el hombre.
—Non, merci, nous n'utilisons pas —dijo Marta.
—¡Mon Dieu, c'est pas vrai! ¡Baiser avec les dames! —se rio apenas sin dientes el hombre.
Cuando por fin pudo dejarlo atrás y alcanzó a Ma-ría, ésta quiso saber qué había dicho.
—Ha dicho que si nos llevamos las bragas nos rega-la el sujetador. O al revés, no sé.
—¿Eso ha dicho?
Descargó la tensión con una carcajada.
—¿Y qué le has respondido?
—Que gracias, pero que no usamos.
—¿Qué?
Un Buda en el jardín
Asdrúbal Hernández
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